26.9.08

la forma a-38

Todos los años por estas fechas uno se da de bruces con los calamitosos trámites necesarios para conseguir ayudas, becas o cualquier otro tipo de papeleo que me interese, o interese a alguien para beneficio propio.
Y todos los años te topas con algún tipo de comportamiento desquiciante o desidia personalizada en forma de funcionario/a. Sí, es@s amables y humildes trabajadores/as que siempre te dicen las cosas claras y tienen un trato amable al 100% con los groseros ciudadanos que vamos allí con las peores intenciones. Todos los años solicitas cierto tipo de trámite a cambio de cantidades enormes de papel justificativo, y todos los años se te olvida algo cuando intentas entregar toda esa celulosa. Lo cierto es que cuando solicitas información sobre todo aquello que tendrás que llevar, son es@s
gentiles funcionari@s los que te atienden y te dan instrucciones. Ahora bien, cuando hay "olvidos" a la hora de entregar, ell@s parecen lavarse las manos. Sí amig@, si se les olvida una, dos, tres o mil veces indicarte otro papel que tienes que entregar (o simplemente ni lo saben) la responsabilidad y el tiempo perdido será solamente tuyo. Es tuyo el tener que faltar al trabajo, a clase o a cualquier cita del día a día para tener que ir a la dichosa oficina pertinente dentro de un horario muy reducido para tener que lidiar con est@s profesionales del engorro burocrático.
Normalmente si te desquicias y pierdes los papeles en su presencia debido a los problemas nerviosos que te induce su comportamiento, podrán salir por dos caminos: recurrir a "vamos a montar el circo juntos" o a "en realidad esto no se puede hacer" (¿qué?) "pero voy a ceder y darte lo que quieres". Sí no montas en cólera y paciente de tí, les dices AMÉN, continuarán mareándote de forma cuasi-infinita para tu desesperación. Señores y señoras dependientes del Estado, no digo que tod@s ustedes sean iguales, habrá gente cualificada y competente, pero casi siempre que me dispongo a realizar algún trámite me toca alguien que no se entera de lo que hace y de la desesperación que supone para los demás tener que perder TANTO TIEMPO por su inoperancia. Dejo aquí un pequeño fragmento de "La casa que enloquece", una de las doce pruebas que los irreducibles galos deben superar cuando Julio César les desafía desde Roma.



Al final acabarán desquiciando al sosegado Obélix. No es para menos, bbbbbbbrrrrrrrrrrrrrr!!!!!

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